lunes, 17 de diciembre de 2007

EDITORIAL. El contramovimiento de la vida.


Va terminando un año 2007 bastante agitado. Nuestra universidad se ha sometido voluntariamente a un proceso de acreditación ante la CNA (Comisión Nacional de Acreditación) y ligado a ello se ha generado movimiento. Y, como sea, el movimiento es vida. Por estos días y desde hace ya un tiempo muchos actores de la universidad se han propuesto mejorar el estado de cosas, romper el status quo imperante y proyectar la universidad de una mejor manera, principalmente y por de pronto en lo que es docencia y gestión institucional. También se ha incrementado la actividad de extensión y evidentemente la dotación de infraestructura y equipamiento. Además y muy importante es que se ha hecho más intensa la exhortación a los estudiantes para que se involucren en esto de proyectar y hacer universidad, lo cual es síntoma de la buena salud de una casa de estudios –libera tensiones, oxigena, ejercita, rejuvenece– y además es muestra de consecuencia en lo que concierne específicamente a nuestra universidad y su principio declarado de ser una institución participativa. En relación con esto último, no cabe duda de que es notable el hecho de que se estén constituyendo centros de estudiantes en diversas escuelas, en procesos que han dado hasta el momento muestra de una incipiente actividad política estudiantil –entendiendo aquí por “política” no la expresión de ideologías partidistas petrificadas y militantes, sino más profundamente el necesario ejercicio de la reflexión viva, del diálogo y la discusión, de la organización y acción de la comunidad estudiantil en orden a optimizar la actividad académica, abrir canales de comunicación con los directivos y apropiar espacios de expresión y de genuina convivencia. A esto podríamos agregar un conjunto de actividades académicas y de extensión que se han realizado en nuestros campus, tales como foro-videos, seminarios, exposiciones plásticas, organización y participación en campeonatos deportivos, cafés literarios, lecturas poéticas, muestras teatrales abiertas, un incipiente grupo de análisis y discusión en Talca, etc. Es de desear que esto continúe y se haga más recurrente, de momento se agradece que así sea. Pero es preciso proseguir el ímpetu, hacerla. Aún, por aquí y por allá, se observan actitudes de cerradura, de falta de apertura al otro. Falta de participación, a veces un no asomarse siquiera, falta de entusiasmo quizás, cuando no mala actitud, falta de tacto. Pero las posibilidades están dadas… el aburrimiento, el mal genio y la desidia parten por casa. Y el entusiasmo amistoso es la contraparte de ello, el contramovimiento de la vida hacia la vida.

Pues bien, volviendo al tema del proceso de acreditación, las últimas noticias no son las más felices. Pese al reconocimiento expreso en un informe por parte del Comité de Pares Evaluadores designado por la CNA acerca de un avance notable de la Universidad del Mar en los últimos dos años en lo que es gestión, infraestructura y calidad docente, las autoridades de nuestra universidad informan que han sido notificadas el 13 de Diciembre pasado sobre el Acuerdo Nº 17 de la Comisión Nacional de Acreditación que se pronuncia negativamente sobre la acreditación de la Universidad. Con este pronunciamiento se inicia una etapa de presentación de nuevos antecedentes para obtener la revisión de tal acuerdo, apelación que se funda en la consideración de que en ciertos aspectos no hay concordancia entre el juicio de los evaluadores externos que la propia CNA designó y la conclusión a que ella llegó. Por ahora el llamado del rector nacional de la Universidad del Mar es a contener el efecto mediático de este pronunciamiento y traspasar tranquilidad y confianza a los estudiantes en cuanto a que esto no afecta el valor de los títulos a los que optan en sus carreras. En la página de la universidad (http://www.udelmar.cl/) aparecen documentos relativos al proceso de acreditación ante la CNA (Informe de los Pares evaluadores Externos; Comentarios y Observaciones respecto del Informe de Pares; Acuerdo Nº 17 de la CNA en que se resuelve negativamente la acreditación de la Universidad del Mar).

Para recabar algunos elementos de juicio, del documento de acuerdo de la CNA podemos citar las falencias de la universidad allí consignadas en los ítemes evaluados de Gestión y Docencia. En el ítem de Gestión la universidad aparece como deficitaria en lo que es su internacionalización (tiene pocos y limitados convenios con universidades extranjeras); en el desigual desarrollo de las carreras y sedes en cuanto a infraestructura y equipamiento; en la inexistencia de políticas formales de selección, evaluación y promoción del personal directivo; en la inexistencia de mecanismos formales de participación de los académicos en la toma de decisiones que les atingen directamente; en la ausencia de una política clara de recursos humanos orientada hacia la selección e ingreso de los académicos; problemas de autorregulación en políticas de publicidad (incongruencia entre lo publicitado y lo real). En el ítem de Docencia aparece nuestra universidad como deficitaria debido principalmente a la carencia de un sistema claro de selección, evaluación y promoción académica, lo que dificulta la permanencia y disponibilidad de los académicos de buen nivel, restringe las posibilidades de investigación y perfeccionamiento disciplinar y obstaculiza una adecuada renovación de profesores.

Allí están los elementos deficitarios consignados por la CNA para ser contrastados con la realidad. Ahora esperamos la apelación de la universidad y su resultado. Pero independientemente de que al culminar la etapa de apelación a la CNA la respuesta sea afirmativa o negativa, es preciso considerar que el desafío de hacer de nuestra universidad una mejor universidad no llega en ningún caso hasta aquí. En ninguno de los escenarios posibles. La acreditación es sólo una cuestión de orden administrativo, pero la progresiva mejora de nuestra universidad es una tarea que cala en nuestra más honda humanidad. Y es una cuestión vívida día a día, pertinente a cada uno de nosotros sin excepción. Es una tarea ética, estética, política, técnica, científica y epistemológica. El movimiento, el contramovimiento de la vida –el entusiasmo frente al aburrimiento y la desidia– debe persistir. La llama debe mantenerse viva en todo lo que nos queda por llevar adelante.

En esta edición de la Revista Contrapunto aparece un ímpetu que intenta sostenerse vivo. Ese intentar sostenerse implica el imperativo de repetir constantemente la invitación, hasta que se sientan en casa de manera viva: hasta no tener que repetirla. En esta edición ofrecemos algunos trazos vitales de nuevos comensales que se suman a la mesa y de otros que se repiten amistosamente. Nader Cabezas nos ofrece una sabrosa noche de posibilidad estrellada; el colectivo Queridas Mías de San Fernando presenta sus poemas además de una de sus propuestas audiovisuales; Santiago Fantobal aporta un sereno vistazo literario a la experiencia generacional que se pierde a través de ciclos de recaída en la soledad fruto del egoísmo; Gonzalo Díaz traza un esbozo de teoría de modelos de traducción para filosofía y literatura desde una aproximación fenomenológica al lenguaje, además de la traducción de unos poemas de Charles Baudelaire; también nos ofrecen su poesía los estudiantes Ester Torres, Héctor Rencoret y Consuelo Nuñez; por último, Robert Ramírez nos sorprende una vez más con un notable relato campesino ambientado en el contexto de una festividad religiosa en las cercanías de Los Ángeles para la época de la reforma agraria. Esperamos que disfruten de esta edición, la próxima tras la pausa de las vacaciones verá la luz en Marzo-Abril de 2008.

Que disfruten, pues, de las festividades de fin de año, que sean propiciatorias en todo sentido.

Todo lo mejor.

El editor.

Cuento: "CICLOS"


Santiago Fantóbal
Docente del área de Educación, Universidad del Mar Campus Curicó


El sonido del timbre, seco y fuerte, me distrae de la lectura del diario de la tarde. Estoy solo; debo levantarme a abrir. Sin embargo, una enorme pereza me mantiene fijo en el sillón. Bostezo, con la esperanza de que no vuelvan a tocar. Seguro es un mendigo o un vendedor, me digo. Pero el segundo toque, impertinente en su insistencia, me obliga a despabilarme. Esperaré otro toque, pienso, mientras una mosca zumba en la tibia tarde veraniega.

¡Qué misteriosa es la mente, con sus vericuetos inesperados y oblicuos! El sonido característico del timbrazo me lleva a unos treinta años atrás. Estoy en el living de la casa de mi tío Francisco –que lee La Tercera– con la modorra propia de un día de oficina en el cuerpo, mientras mi tía lo observa curiosamente inquisidora. El tío Francisco es un hombre de cuarenta y cinco años, que se mantiene joven y que goza de un buen pasar gracias a su cargo de Jefe de Tesorería de la capital de la provincia.

Tocan el timbre, y pese al ademán de mi tío, es su mujer la que se levanta presurosa. Noto cierta tensión cuando mi tía entrega una nota a su esposo, quien, aparentando indiferencia, guarda el sobre en el bolsillo de su camisa. Ha de ser de la oficina, dice bostezando despreocupadamente.

El insistente sonido del timbre me vuelve a la realidad, y resignado me levanto caminando por el pasillo hacia la puerta. Pienso que a pesar de mis cuarenta y algo más, camino con más dificultad que tío Francisco a esa edad. Recuerdo que días después de recibir la carta, me citó a su oficina. Parecía indeciso, y noté que hablaba con rodeos. Creí entender que me daría dinero si le servía como correo dentro de la ciudad, pues no confiaba en los carteros oficiales –según dijo– agregando que cualquier cosa se prestaba a chisme en ese pueblo. Contesté que no tendría problemas, feliz también con la idea de recibir algunos pesos.

Aunque me pareció curioso que siempre las cartas fueran para una sola destinataria, no quise indagar más a fondo, sintiéndome algo emocionado por el secreto que según mi tío debería guardar en la casa. Llevaba el sobre, y debía esperar unos minutos, mientras la joven escribía la respuesta, la echaba cuidadosamente en el sobre y me la entregaba, junto con unas monedas que yo gastaba inmediatamente en la Fuente de Soda de la esquina. Cuando entregaba el mensaje a mi tío, siempre en su oficina, lo sentía algo confundido, mientras me explicaba vagamente la necesidad de reserva en lo que él llamaba “negocios particulares”.

Pero yo no quería saber detalles de lo que seguramente era su trabajo, según creía. Era feliz, con más dinero de lo que un muchacho de doce años necesitaba.

Al fin, llego a la puerta y abro rápido, pues el timbre vuelve a insistir, con su inquietante porfía sonora. Cuando veo la cara rubicunda y regordeta de mi sobrino mayor, que me trae la carta, me acuerdo de mi tío, viviendo solo su vejez, amargamente solo, y me doy cuenta de que el hombre nunca aprovecha de la experiencia y de los errores de otros.

Relato: "SÉSAMO"


Nader Cabezas Abusleme
Docente del área de Literatura, Universidad del Mar Centro-Sur

La ayudé a juntar plata para comprar más vino. Había algo en ella que no terminaba de convencerme. Era atractiva, pero como que no era mi tipo. Salimos con el dinero de la fiesta. Estábamos en Irarrázaval con no se qué calle. No recuerdo en qué momento decidimos ir a bailar. Plata teníamos. Ganas también. Los amigos que habíamos dejado en la fiesta –y a los cuales de cierto modo habíamos estafado- tampoco eran tan, tan amigos. Eso atenuaba considerablemente el sentimiento de culpa. Así que nos fuimos al astronauta, un local subterráneo donde bailamos y bebimos mucha cerveza. “Estás todo transpirado” me dijo. Repito, la chica era atractiva. Los prejuicios se me estaban olvidando a esa altura de la noche. No existían, se habían borrado de mi memoria, como los amigos que habíamos dejado pagando. Sonaba Yazoo cuando comenzamos a acercarnos. Fue un bonito primer beso. Muy de adolescente. Y ahí me gustó, de veras. Ya no nos quedaba un centavo cuando la fiesta terminó. Me dijo “¿Te vas conmigo, cierto?”, palabras mágicas que abrían sésamos en la noche morada. Palabras llenas de otras palabras, cargadas de tantas posibilidades. Logramos que unos tipos nos llevaran en una de esas camionetas para repartir pollo. La gente iba bebiendo atrás. Las luces de Irarrázaval se reflejaban en nuestros ojos llenos de un amor recién estrenado, joven y azorado como la noche. Nos invitaron a una casa a seguir la fiesta, pero ella dijo que no gracias, que estaba cansada. Entonces todo recién comenzaba para mí. Llegamos a su casa. Ella abrió muy despacio. “¿Con quién vives?” Le pregunté. “Con mi mamá”, respondió. Entramos a la galería; todo estaba oscuro. “Ven”, me dijo y me tomó la mano. “No hagas ruido”. En su pieza había un avioncito de madera colgando del techo. “Espérame aquí”, me dijo. Seguramente trajo algo de comer, ya no me acuerdo. Lo que sí recuerdo es que debajo de la funda me recibieron sus piernas suaves y su cintura hospitalaria. Nos abrazamos y nos dormimos. No hicimos nada más. Creo que no fue necesario. Al día siguiente desperté con una aspiradora. Me asusté, y entonces ella me tranquilizó. Me vestí, nos besamos y me fui. La noche había dado paso a un sol que pegaba más fuerte que nunca. Tardé un rato en ubicarme. Sésamo se había cerrado tras de mí.

Cuento: "LA LUMINARIA DE LA CRUZ DE MAYO"


Robert Ramírez
Pedagogía en Historia, Campus Zapallar-Curicó


I

La tarde del 2 de mayo del año 1973 estaba plena de quietud en los campos cercanos a la ciudad de Los Ángeles. Aquella tarde un tenue sol otoñal entibiaba el paisaje, ráfagas de viento sur provocaban un torbellino de hojas que decían adiós a sus ramas para llegar a cualquier lugar y ser parte de la tierra, la que mantenía aún el ánimo de los hombres que por esos días eran presa fácil de la decadencia que los afectaba: sólo ambiguas esperanzas y promesas sin cumplir; sembraban dudas, mas cosechaban amarguras.

La ex hacienda “Santa Julia”, ahora expropiada, se subdividió en parcelas, quedando algunos asentamientos en poder de los antiguos patrones, los cuales se convertirían en la reserva que por ley les estaba destinada a ellos. Allí aquella tarde, junto a un ruinoso apiñadero de ganado, se encontraban dos hombres encerrando algunos animales. Mientras que hacían esa labor a su vez hilvanaban conversaciones, quejas, añoranzas y comentarios varios, más por un afán de acortar las horas que por decir cosas concretas.

-Vamos a tener una noche clarita parece, Aurelio.
-Me’… re’güeno que estaría pué’ don Anselmo.
-Imagino que tendrás todo listo para celebrar, no?
-¡no… no no, este año no va ser igual púe’.
-¿que te ‘tai achaplinando ya?... desde que te conozco que no dejai’ pasar esta fecha po’ Aurelio- agregó Anselmo.

Lastra permaneció extrañado ante la negativa de celebrar una nueva Cruz de Mayo por parte de Aurelio Prado, hombre de gran devoción por la fe cristiana y muy apegado a las tradiciones.

Estos dos hombres eran los últimos empleados que aún se mantenían en lo que quedaba como reserva del fundo. No olvidaban a sus patrones y mantenían custodia permanente ante cualquier grupo de sindicalistas que quisiera tomar posesión de los terrenos en cuestión. El lugar, no lejano de la ciudad de Los Ángeles, quedó durante varios años dividido en asentamientos y en el primero vivía el empleado Aurelio Prado junto a su familia, y luego continuaban cuatro asentamientos más cuyas pueblas no presentaban una distancia mayor a los quinientos metros. Luego, a unos dos kilómetros de allí, al interior en los mismos campos tenía su casa Anselmo Lastra, el administrador y hombre de mayor confianza de los antiguos patrones.

-Oiga ministro… veamo’ la cosa’ pa’ bien.
-¿y… que ya se te quitó la maña?..
-No e’ maña don Anselmo… pucha, no sé cómo decirle esto.
-Bueno po’ hombre, sólo diosito sabrá lo que te pasa.

Y continuó el administrador mientras terminaba de fijar y apretar la cincha de la montura:

-Ya pué’ Aurelio, yo parto pal’ rancho, se nos viene la noche y no hay que fiarse… estos campos son medios extraños.
-Chii… agorita que su caballo está recién herra’o… ligerito no ma’ va a estar intala’o en su casa matiando.
-Ni que ma’ decir entonces po’ Aurelio, algo de luz queda y la voy a aprovechar.

Así, al acabar de decir estas palabras ya estaba en posición de partida y listo para espolear a su caballo.

-Pucha’ don Anselmo… no me gusta ser fijao’… ya que con la celebración de la Cruz la cosa no va, sería malo que no’ quedaramo’ con las gana’ de hacer algo.
-Qué estaì pensando estonce’ po’ Aurelio?
-Lo convido pa’ que se deje caer por esto’ lao’ más tardecita…
-¿Que igual queri’ inventar algo?- preguntó el administrador.
-Mire que recién son la’ cinco y media…
-¡Aaahh… algo teni’ por ahí diablito… pero no te preocupi’ hombre, no tengai’ peso de conciencia.
-Venga no ma’… ahí le cuento por qué se terminaron la’ luminarias, y adema’ no faltará alguna cosita por ahí.
-¡Y ya!… me convenciste, como a la’ ocho voy a llegar por aquí.
-Ya pue’ venga no ma’… lo vamo’ a estar oteando pue’.
-Entonce’ chaito hombre.
-Vaya, vaya no ma’ ministro y asunto arreglao’.

No acabando de decir estas palabras, Anselmo Lastra se puso en movimiento y sujetando firme la rienda cruzó el pequeño puente de tablones movedizos que estaba a la entrada del terreno que tenía asignado provisionalmente el empleado Aurelio Prado; luego siguió por el callejón semioscuro entre las sombras de los añosos álamos que delineaban el camino. En pocos instantes su corcel lo hizo desaparecer de la vista del inquilino.

Conciente del compromiso que había adquirido, Aurelio puso en conocimiento a su mujer de la visita que tendrían dentro de un rato. Por lo tanto, un par de pollos cazueleros y una piernecita de cerdo que se mantenía al humo sería la cena para aquella noche, del vino no había que preocuparse, tenía su reserva para aquellos días.

II

La luna estaba en su fase llena, su suave luz se esparcía sobre las praderas, caminos y campos vacíos de cultivos. La noche fría, el viento sur agitaba los álamos, produciendo ruidos que causaban intranquilidad a los jinetes que se desplazaban por los campos.

Anselmo Lastra, sin perder el rumbo llegaba nuevamente a la entrada del asentamiento de Aurelio Prado. Este último, al sentir el ruido de los tablones del puente de la entrada, se apresuró a entreabrir un postigo de la ventana anterior, para insertar su mirada en la noche, dando a su vez un grito y un silbido a los perros para calmarlos. Luego se puso de pie para dirigirse al exterior y atender al que recién llegaba.

-¡¿Quién vive por ahey’?!
-Yo po’ Aurelio… espanta luego a tu’ animales que quiero desmontar luego.
-Baje tranquilo… esto’ perro’ lo conocen hace rato pue’.
-Esto’ perro parece que no me han visto nunca.
-Pucha’ que rara la cosa… a ver, yo lo voy corretear, baje y entre al tiro a la casa que esto’ diaulo’ lo desconocieron.
-Parece que le’ voy a dar unos pencazos… si me vienen con mucha’…

Una vez que estuvieron todos adentro, Anselmo Lastra se desplomó en una silla junto al comedor donde estaba el padre de Aurelio y los padres de la esposa de éste.

-Pucha’ que lo veo pálido ministro-. Anselmo sólo levantó la cabeza mientras recibía una copa de vino de manos del dueño de casa, movía la cabeza como no queriendo aceptar alguna situación.

-Acérquese a la mesa ministro...-le interrumpió la esposa de Aurelio.
-Muchas gracia’ doña Luchita.
-¿Pero qué le pasa don Anselmo?- le preguntó esta vez Aurelio intrigado al ver al administrador taciturno y extraño, mirando la copa de la cual bebía, sin dejar de mover la cabeza.
-Ya pue’, cuente patrón, ¿qué le está pasando?- insistió otra vez Aurelio.
-¿Te acuerda’ de don Tani Salazar?
-El finao’ Tani… sí lo recuerdo, buen hombre pue’, que diosito lo tenga en su santo reino.
-Yo lo vi haciendo una luminaria…hace un rato atra’.
-¿Pero cómo don Anselmo… nosotro’ mismo’ le echamo’ la tierra encima?
-Claro que sí… así no ma’ fue.
-¿Entonce’, cómo dice estaba haciendo una luminaria?
-Yo venía como la’ ocho pa’ ca’, y frente a la loma de Las Nalcas, en el potrero de sacrificio… había fuego…
-Óigame, pero justo ahí está la casa abandona’ donde encerrábamo’ ternero’…
-De allí venía la luz de dicho fuego, detra` de esa casa.
-¿Y uste’ qué hizo?
-Abrí lo’ portone’ y fui a ver… a todo esto me fui orillando el potrero por si tenía que envelármela’ de ahí…
-Pucha’ que me tiene nervioso con todo esto patroncito.
-Yo creo que debiéramo’ dejarlo comer tranquilo pue’- agrego esta vez doña Luisa, también intranquila por lo que comenzaba a escuhar.
-Pero espérense a que le’ cuente ma’- volvió a decir el administrador un poco más sereno que al principio, mientras los demás eran todo oído.
-Resulta que al acercarme estaba este hombre atizando el fuego de una inmensa luminaria- justo en ese instante alzo ambos brazos en demostración de la magnitud de la pira -me vio y me llamo… “¿cómo ha estado uste’ don Alamiro?”, me llamó por mi segundo nombre.
-¿Así que uste’ se llama Alamiro acaso?
-¡Pue’ claro po’ hombre, ese es mi segundo nombre!
-Yo no tenía idea… pasa que soy tan poco fijao’.
-Viejo, viejo, no te intrometai’- opinó una vez más la mujer.
-Entonce’ me acerqué curioso y con miedo… mientra’ me volvía a llamar por Alamiro, llegué hasta casi al lao’ de él… le contesté el saludo, ahí mismo le pregunté qué estaba haciendo allí tan solo.
-Aquí estamo’ solo’, nadien viene por aquí agora.
-¿Hay alguien ma’ con uste’?- pregunté frenando de una vez mi pingo, pero no contestó y dando la vuelta se alejó para desaparecer en el interior de la antigua casa.
-¿Y… qué hizo uste’?- preguntó, sacando por primera vez la voz, don Carlos Prado, padre del dueño de casa.
-Que me pregunta… tatita, creo que le hable de nuevo y se perdió en la casa, y decidí seguirlo, ya que a la casa también se le aguaitaban rayos de luz, entonces me desmonté y sin soltar la rienda de mi animal llegué a la ventana, abrí uno’ de lo’ postigo’ y asomé la cabeza, justo el relincho fuerte de mi caballo me alborotó, ya que el bruto se me tiró a espantar, mire pa’ atra’ y el fuego había desaparecido, créame que con la luz de la luna, habría visto algo… ¡ni ceniza’ iñor!

En ese momento en la mesa donde estaban los comensales reinó el silencio, nadie articulaba palabra alguna. Anselmo Lastra valiéndose de ello avanzó un poco más con la comida que para entonces había perdido todo calor:

-Yo nunca había presenciao’ algo así- agregó restregándose los ojos que a merced de lo vivido y el calor del oscuro vino los tenía rojos e hinchados.
-¿Cuánto rato estuvo por allí patrón? Que uste’ llegó despué’ de la die’ de la noche aquí pue’.
-¡Qué sé yo hombre! si todo fue tan repentino… yo despué’ de eso monté má’ rápido que un cabro nuevo y me disparé de allí… ahí esta la razón de lo que le decía yo denante, del asunto de la luminaria.
-Aaaahh… tenía razón, yo no quiero saber nada nada má’, y creo que ya esto’ campo’ están maldito’.

La conversación fue abruptamente interrumpida por los cánticos de las personas que salen a cantarle a la Cruz de Mayo, todos se miraron entre sí, mientras doña Luisa se levantó de su asiento y sopló los chonchones que alumbraban la habitación. Quedamente volvió a su asiento, sin antes tropezarse con su marido… las risas brotaron espontáneas, siendo acalladas por los intensos ladridos de los perros que afuera espantaban a los devotos, mientras éstos al ver que limosna no les daban y de la casa la luz había desaparecido, cantaban:

"Esta e’ la casa de lo’ pino’
donde habitan lo’ mezquino’
esta e’ la casa de lo’ macho’
donde habitan lo ‘borracho’"

Dignidad y límite de la palabra: la traducción como fracaso en un sentido peculiar.


Gonzalo Díaz Letelier
Docente de Filosofía, Universidad del Mar Centro-Sur.


NOTA: Este texto de teoría de la traducción corresponde en lo medular a la conferencia ofrecida por su autor en el ciclo “Literatura, pensamiento y traducción”, que ha tenido lugar en el Goethe Institut de Santiago el 8 de Junio de 2005, y luego ha sido presentado el 3 de Agosto de 2005 en el ciclo “Filosofía, literatura y poesía” realizado en la Embajada de Brasil en Chile y organizado por el Goethe Institut de Santiago y el Centro de Estudios Brasileños de Santiago.



La concepción corriente de la traducción determina a esta actividad como un traspaso de lo escrito en un idioma a otro, para lo cual no haría falta más que el adecuado ‘dominio’ de la lengua extranjera desde la cual se traduce y la paciencia para llevar a cabo una labor que frente a la del autor carecería de originalidad. Pero la experiencia misma de traducir, sobre todo en los ámbitos de la filosofía y la literatura, nos ofrece un panorama mucho más complejo, sobre todo cuando el traductor procede en su tarea no movido por un mero afán de lucro, sino por un auténtico interés en la palabra y su misterio, a la vez que por la inquietud de querer dar lugar en la propia lengua a la experiencia humana modelada originariamente en la lengua del extranjero. Panorama complejo, misterioso e inquietante, pues el traductor es quien se encuentra en una posición ciertamente privilegiada para contemplar en el curso de su actividad el fuego iluminador de la palabra, pero también es quien se ve trágicamente enfrentado a su límite, a su “orilla” y a su oscura apertura a lo inefable, a lo abismal de la experiencia.

En esta ponencia desplegaré brevemente mi tesis acerca de los modelos de traducción para dos niveles escriturales o géneros de discurso: el texto filosófico de cuño clásico, analítico, conceptual y formalizado por una parte, y el texto artístico literario, poético o narrativo, por otra. A su vez, expondré las dificultades de la labor traductiva a la luz de una crítica al alcance del lenguaje respecto de la genuina experiencia que sirviéndose de él busca ser comunicada.

La traducción como traslado de un discurso de una forma de decir a otra es una actividad muy usual entre los seres humanos. Se traduce de una lengua a otra, e incluso dentro de una misma lengua se traduce lo que quiere decir el otro, ya sea por la existencia de variables geográficas o socioculturales, o simplemente para “expresar en mis propias palabras” (tal como yo lo entiendo) lo que el otro dice. En nuestro caso nos limitaremos al problema de la traducción como traslación de discurso de una lengua a otra. De modo muy general, partiré planteando la siguiente tesis en torno al método de traducción para cada uno de los mencionados géneros de discurso. Por una parte, el traductor ha de ceñirse al texto original cuando se trata de textos filosóficos analíticos, centrados en el sentido fijado en la idea –como por ejemplo lo son los escritos de Aristóteles, Kant, Hegel, Husserl, Heidegger–, reteniendo en cuanto sea posible las singularidades lingüísticas del original en la lengua de arribo, y recurriendo a la paráfrasis sólo cuando fuere necesario; esta postura la fundamento en el carácter complejo, intrincado y riguroso del lenguaje analítico, y principalmente en la suma universalidad de sus términos, que obliga a forzar en alguna medida a la lengua materna del traductor para poder custodiar en ella todas las complexiones de sentido que se alojan en la palabra y que constituyen, por así decirlo, la sedimentación de la experiencia histórica-cultural del ser por parte del pensador traducido en cada caso; esta hospitalidad sería sobre todo necesaria en el dominio de la ontología o ciencia del ser, esfera en la cual ‘se trabaja’ con las nociones más universales, en el nivel más alto de abstracticidad. Por otra parte, en el caso de la traducción de textos artísticos literarios, centrados en la creación de mundo, de modos de experiencia y en la proyección afectiva de la misma, por ser la obra original un escrito más descriptivo, más a ras de la experiencia, por haber en él más proyección afectiva y un espontáneo ímpetu de combinatoria libre de los hechos y de las ideas por parte del espíritu, mi planteamiento es el siguiente: que alejándose lo menos posible del original y cuando fuere estrictamente necesario, el traductor ha de asumir la tarea de crear él mismo a nivel literario para generar en su lengua materna un eco del efecto pasional de la escritura original y no quedarse en una mera traslación insípida atada a la letra.

Toda reflexión acerca de la traducción implica una reflexión acerca de la esencia del lenguaje y su valor. A mi juicio, la dignidad del lenguaje reside en que éste es esencialmente un “deíctico” o “indicador de la experiencia”, y uno de los custodios de la experiencia histórica del ser en general y del mundo social humano en particular. Digo ‘uno de los custodios de la experiencia’, puesto que no es el único ni el fundamental. Heidegger, sin duda uno de los hitos del pensamiento contemporáneo, confiere una cierta preeminencia al lenguaje conceptual en lo que se refiere a la manifestación y custodia de la experiencia del Ser; esto se refleja en su concepción del lenguaje como “la casa del Ser” (das Haus des Seins). Sin embargo, aquel que ha tenido la oportunidad de vivenciar con propiedad otras experiencias –que no son en rigor ni las del filósofo ni las del literato– puede dar cuenta de la posibilidad de que el ser se manifieste intensamente en experiencias no significativas en sentido conceptual. Un amigo mío se preguntaba hace un tiempo: cuando se me manifiesta el sentido del ser en una experiencia no conceptual sino artística, como la música… ¿Qué pasa con el ser? ¿Acaso abandona su propia casa y entra en una que le es ajena? A mi juicio, la manifestación y custodia del ser en su historicidad no es detentada exclusivamente por el lenguaje conceptual judicativo. Si queremos conocer el modo en que el ser históricamente alienta como espíritu de un pueblo determinado, no nos bastará sólo con conocer exhaustivamente su literatura y su filosofía, sino que también nos será necesario conocer otras manifestaciones del ser para tal pueblo, como las que toman cuerpo en todas las ramas de su arte, en su religiosidad y su folklore, así como también en su ciencia y en su técnica. Todo ello constituye dato de su espiritualidad, y su espiritualidad histórica es manifestación de cómo el hombre concreto perteneciente a tal pueblo se las ve con el ser, con su propio ser, en relación con su propia circunstancia.

Pero este carácter esencial del lenguaje que he determinado como la función deíctica de indicar o apuntar hacia la experiencia implica una limitación, en la medida en que por una parte la experiencia genuina o real es un flujo temporalizado al que el lenguaje no accede desde su nivel eidético de manera auténtica, y por otra parte en cuanto se revela entre las diversas lenguas una inconmensurabilidad esencial, dado que cada lengua tiene su particular modo de matizar y fraguar en palabras las ‘cosas’, sobre todo los estados anímicos. Este límite del alcance del lenguaje en relación con la experiencia concreta hace que el lenguaje en general –y la traducción en particular– sea en alguna medida ya siempre un intento fracasado de comunicar la experiencia misma, que persista invariablemente como un mero apuntar que debe ser seguido y complementado por la comprensión y empatía del receptor del discurso en cada caso, complemento que está determinado siempre por las circunstancias psicológicas y sociales correspondientes. Sin embargo, el sentido histórico y una ética de la hospitalidad hacia el otro –podríamos decir, una cierta ‘ética de la comunión’– hacen de esta actividad de la traducción algo imprescindible, necesario e irrenunciable. No podemos evitar lanzarnos a tan abismal tarea como lo es la de atisbar la experiencia otra del extranjero, tarea tantas veces tortuosa y desesperante para quien osa emprenderla.

Comencemos a ver nuestro asunto un poco más detalladamente para irlo perfilando con algo más de nitidez. Hemos dicho que el límite del lenguaje para acceder a la experiencia en sí misma está dado por su mismo carácter eidético. Lo que quiero decir con esto es que el lenguaje desde su abstracción y estabilidad atemporal no nos puede ofrecer el genuino y vivo devenir de la experiencia que intenta ser comunicada. El lenguaje está constituido por actos comunicativos que intentan hacer común la propia experiencia al otro, mediante el empleo de las palabras o signos cuya función es significante. Pero… ¿qué es lo que significa cada una de las palabras que constituyen una lengua? Primariamente una idea, una esencia, es decir, un conjunto de predicados invariables que convienen a una cosa o proceso y que constituyen su concepto –y en el caso de otras partículas lingüísticas como los deícticos en general (adverbios de tiempo, de lugar, preposiciones, etc.), nociones abstractas de relaciones espacio temporales indicadoras de la posición del o los referentes del discurso. La esencia es, por una parte y como se entiende desde antiguo, el qué es de una cosa, lo ‘uno y general’ que hay en ella y que vale para todo y cada uno de sus casos singulares, aquello ‘común’ que conviene a la cosa en cuanto real y en cuanto posible; el qué es queda expuesto en el ‘concepto general’, y es a su vez la figura que da la medida o determina a la cosa en cada caso ‘como’ lo que es. Por expresar esencias, el lenguaje primariamente procede mediante abstracción ideatoria, fijando lo necesario e invariable de la experiencia, renunciando a sus matices accidentales, a su riqueza de determinaciones azarosas y peculiares en cada situación, en cada circunstancia concreta. El lenguaje, entre más abstracto, más ‘claramente’ concibe la experiencia –mejor dicho, más ‘transparentemente’–, pero va a su vez paulatinamente renunciando a ella, a su colorida vivacidad, a todo lo que misteriosamente la toca o le cae. Podríamos estar en este momento tentados de decir que el lenguaje analítico y abstracto empleado habitualmente por el filósofo heredero de la tradición clásica es, por todo lo anterior, de alguna manera un lenguaje “desapasionado”, frío y mecánico. Pero no podemos perder de vista lo siguiente: si bien el filósofo evita dar expresión en su pensamiento a lo accidental que encuentra en la experiencia, y busca fijar ante la mirada sólo lo esencial –lo necesario e invariable que hay en ella–, ello no implica una ausencia de pasión en su cometido, pues la mirada universal y apolínea –lógica, ordenada y luminosa– posee una fuerza seductora muy intensa que compensa de alguna manera esa carencia o desasimiento que implica la renuncia por afán científico-teórico a lo personal de nuestra vivencia, a lo “particularísimamente significativo” que hay en ella para cada uno de nosotros en cada caso.

Retomemos el carácter eidético del lenguaje e hilemos más fino aún abordando el problema desde un punto de vista analítico fenomenológico. Es aquí donde les pido algo de serena paciencia para someter al análisis este fenómeno que es el lenguaje y así conocer sus estratos constitutivos. El lenguaje es una potencia humana y se realiza efectivamente como ‘habla’, actividad en que se expresa la unidad de signo y significación en un proceso cuya finalidad es la comunicación de la propia interioridad. O dicho de otro modo: el lenguaje es la objetivación de la propia vida intencional mediante signos, con el fin de hacerla común –comunicarla– a otra consciencia. Las significaciones universales expresadas por la consciencia surgen a través de sus actos intencionales por “ideación” –esto es, mediante la intuición de las notas esenciales de sus objetos intencionales, ya sean cosas, procesos, sentimientos o nociones matemáticas. El lenguaje es en suma clasificación de la experiencia y expresión de tal clasificación ideal: todo lo que enfrentamos en nuestra experiencia lo abstraemos y lo clasificamos en géneros y especies para hacerlo comunicable a través de un lenguaje articulado por un conjunto de leyes lógicas invariables que fraguan en un sistema gramatical-sintáctico determinado mediante el cual nos referimos a las ‘cosas’. Hablar es, pues, otorgar sentido ideal a los signos sensibles, para exteriorizar mediante ellos nuestras ideaciones o aprehensiones intuitivas de los caracteres universales de los objetos de nuestra experiencia, caracteres que se nos dan por igual a todos los hombres in specie. Al hablar se pone de manifiesto el sentido ideal que el sujeto toma de los correlatos de sus vivencias conscientes, o como lo formularía Husserl, “se exterioriza la logificación que hace nuestra consciencia de sus noemas”. Lo anterior nos permite afirmar que el lenguaje es la actividad que eleva la realidad de la experiencia singular del sujeto a la esfera de la ‘irrealidad’ universal y común a todos: a la esfera del logos. Pero, ¿Qué es lo que quiero decir cuando hablo de la ‘irrealidad’ de lo universal, de lo lógico, de lo conceptual? Ahí puede haber una clave para descubrir el límite del lenguaje para expresar la experiencia real vívida.

La cuestión de los universales es una cuestión antigua en filosofía del lenguaje y en ontología, cuyo asunto es la naturaleza de las significaciones generales. Esta cuestión implica el problema de la distinción y a su vez de las relaciones que hay entre el dominio de lo real y el dominio de lo ideal. Para ello, un camino que me parece adecuado, descubrimiento decisivo de las fenomenologías de Husserl y Heidegger en el siglo XX, es desplegar el problema de los universales en función de la temporalidad de la experiencia. Cuando hablamos de la idea, la idealidad de la idea se nos muestra fundamentalmente en su carácter no-real o irreal. Esta “irrealidad” la pensamos aquí en el sentido de lo “atemporal”: lo que es pero no meramente aquí y ahora, no sujeto y limitado a un lapso del devenir, sino como posibilidad esencial, de modo universal (que se cumple en todo lugar) y necesario (que se cumple en todo momento). Cuando hablamos en cambio de hechos reales o de realidad, estamos apuntando a lo que es temporal, que acaece aquí y ahora y está sujeto en gran medida a la contingencia –esto es, a las posibilidades múltiples y no contradictorias entre sí en el ámbito de la sucesión y la coexistencia, en el dominio de la efectuación que implica el acontecimiento fortuito. Lo anterior conlleva lo siguiente: las “ideas” o significaciones universales no son hechos, y por tanto no son meros “hechos psíquicos” en el sentido de meros pensamientos que tienen lugar en la corriente del tiempo; lo anterior se deduce de que los universales no se reducen a la actividad psíquica real del sujeto, sino que tal actividad subjetiva los aprehende, los piensa y los nombra en sucesos reales de intuición, pensamiento y expresión lingüística. El acto psíquico se da en un momento del tiempo –tiene un comienzo y un final– y la significación universal es ajena al fluir del tiempo, permanece idéntica y puede ser aprehendida en cualquier momento por distintas vivencias intencionales, por ejemplo, el concepto de ‘velocidad’ o la idea de ‘tristeza’. Hablamos usando estos términos y nuestro receptor los entiende, comprende esos conceptos, los aprehende en su universalidad –nuestro receptor no capta sólo la voz fugaz, sino el sentido ideal que a través del signo sonoro se exterioriza por convención. Por consiguiente, las significaciones universales son objetos ideales, atemporales, son especies o esencias fijas –a diferencia de los objetos reales que son individuales, como el árbol que veo en el antejardín de mi casa o este trapecio que dibujo en mi cuaderno, los cuales están sujetos al particular devenir de mi experiencia, del acontecimiento vital temporalizado del que son contenidos o correlatos. Ahora bien, la irrealidad de los universales no implica falta de ser: los universales son irrealmente, en el sentido antes expuesto. Si los universales irreales no fueran, sería imposible la comunicación a través del lenguaje. (Decimos con esto: “las ideas son”… ahora, su estatus ontológico lo dejamos de momento como algo que ha de ser aun suficientemente pensado… pregunta abierta. De momento sólo nos interesa describir analíticamente cómo se relacionan con nuestra vivencia). Los universales irreales son evidentes, objetos ideales de los que tenemos intuición –es decir: visión inmediata. Esto último es lo que Husserl llama visión de esencia (Wesenschau) o intuición categorial (kategoriale Anschauung), y es un hecho cotidiano. La prueba de ello: el hecho del lenguaje, el lenguaje como factum. Cuando alguien piensa un pensamiento y lo comunica a través del lenguaje, por ejemplo, ‘el triángulo equilátero es equiángulo’, está en juego un acto pensante del sujeto, el hecho de que él está efectivamente pensando tal cosa aquí y ahora. Así como lo puede pensar y hablar este sujeto, lo pueden hacer otros muchos. Tenemos que la frase –que habla de un juicio ideal geométrico– puede ser pensada y dicha en incontables ocasiones en que se de tal acto del pensar, tal hecho psíquico que es un acontecimiento real. Todos estos actos en que se piensa esta proposición son diversos entre sí, no son uno sino varios, constituyen una pluralidad de acontecimientos, cada uno de ellos siendo realmente otro respecto de los demás –esto vale para los actos de distintos sujetos y para los actos de un mismo sujeto en diferentes momentos del tiempo. Los actos de los diversos hablantes al expresar el juicio que dimos como ejemplo son diversos, pero tales actos a pesar de su diversidad dicen lo mismo: la idea geométrica de que ‘el triángulo equilátero es equiángulo’ (esto es lo que constituye la significación o sentido de la frase). El decir es diverso, pero lo dicho es una y la misma cosa, algo idéntico y objetivo para quienes comparten un sistema lingüístico. El hecho o acto psíquico es privativo de cada sujeto, pero el universal trasciende y se impone como unidad idéntica a todos los actos individuales. Husserl escribe en el segundo volumen de sus “Investigaciones Lógicas”: “La idealidad de la relación entre la expresión y la significación se revela en seguida, con respecto a los dos miembros, en el hecho de que, cuando preguntamos por la significación de una expresión (en matemáticas por ejemplo, ‘residuo cuadrado’), no entendemos naturalmente por expresión este producto sonoro exteriorizado hic et nunc, la voz fugitiva que jamás retorna idéntica. Entendemos la expresión in specie. La expresión ‘residuo cuadrado’ es idénticamente la misma, pronúnciela quien la pronuncie. Otro tanto puede decirse de la significación, que no es, claro está, la vivencia de dar significación”; y más adelante: “Mi acto de juzgar es una vivencia efímera, que nace y muere. No lo es, empero, lo que dice el enunciado; no lo es este contenido: que las tres alturas de un triángulo se cortan en un punto; este contenido no nace ni muere. Tantas veces como yo –u otro cualquiera– exteriorice con igual sentido ese mismo enunciado, otras tantas se producirá un nuevo juicio. Los actos de juzgar serán en cada caso diferentes. Pero lo que juzgan, lo que el enunciado dice, es siempre lo mismo. Es algo idéntico, en el estricto sentido de las palabras”. Hemos tomado como ejemplo de una unidad ideal de sentido una proposición geométrica que es un juicio universal y necesario, pero también lo son los juicios singulares (‘esta flor es amarilla’), los nombres comunes (‘flor’, ‘amarillo’) e incluso los deícticos o expresiones esencialmente ocasionales (‘yo’, ‘aquí’, ‘esto’, ‘ahora’, etc.). Al pensar y decir estos juicios, nombres y partículas lingüísticas de otra índole, diversos sujetos o uno en diversos momentos, los múltiples posibles matices de la experiencia significativa real no alteran la unidad básica y esencial de su sentido, que es una irrealidad independiente o trascendente respecto del acto que la realiza –esto es, respecto de la vivencia que la piensa actual y efectivamente.

En suma, el hombre como ser consciente y racional encuentra en lo real lo esencial, lo que su inteligencia puede captar en el modo de la abstracción de lo necesario e invariable. Lo que entendemos de las cosas es lo que ellas muestran como su esencia fija, consistente y asible para el pensamiento. Pero lo real, además de mostrar su esencia, muestra la novedad y peculiaridad multicolor del accidente que lo acompaña y que sobrepasa al pensamiento y la palabra: la facticidad se escapa a la palabra, o como lo expresaban los medievales, lo real es “inefable”. Con la realidad y su carácter cambiante y accidental ‘chocamos’, ‘nos topamos’; sólo lo esencial que ella muestra es pensable, inteligible y comunicable a través de la palabra. La realidad, en definitiva, en su facticidad es inapresable conceptualmente. El devenir es como un flujo de magma movedizo que no puede ser atrapado en las redes conceptuales… siempre hay algo que se escurre y se pierde a pesar de nuestras intenciones significativas.

En el caso de la traducción de textos filosóficos analíticos, el lenguaje empleado de por sí es ya asumidamente abstracto, el filósofo resuelve metódicamente asumir cierta distancia para referirse a ‘la experiencia’ a través de una mirada esencialista que renuncia a los vivaces accidentes de ‘su experiencia’ concreta. Muchas veces es preferible en filosofía dejar la elegancia a un lado y recurrir a formulas en algún grado forzosas para trasladar un complejo de sentido de una lengua a otra. En filosofía por lo general es más importante la recta y rigurosa comprensión lógica de los sentidos y su articulación formal, sobre todo cuando se mueve el pensamiento en los dominios más universales de la filosofía, como lo son la ontología o la lógica. Lo anterior en contraste con la importancia que adquiere en la obra literaria el detalle accidental y sorprendente, lo fortuito, y el efecto emocional particular de la experiencia vivida relatada. Esto no significa que estos dominios de la filosofía queden exentos de problemas en lo que se refiere a la traducción de las obras que sobre ellos versan, sino que problemática allí hallamos y muy dura, sobre todo a causa de lo que llamamos la inconmensurabilidad de las lenguas entre sí, que también tiene su raíz en la diversidad de la experiencia –y por tanto de pensamiento y de léxico– que se da entre un pueblo y otro. De momento digamos que en filosofía, si no se puede traducir ceñido a la letra y a la forma, se puede recurrir cuando sea estrictamente necesario a la paráfrasis, con la finalidad de hacer que nuestra lengua hable la del extranjero, es decir, con el objeto de reflejar o dar acogida a lo extraño en nuestra lengua. La paráfrasis consiste en superar la no-correspondencia precisa del alcance del contenido de los conceptos de una lengua a otra mediante la adición de determinaciones limitadoras o ampliadoras cuando no se pueda traducir palabra por palabra, que sería lo deseable en esta esfera. La consecuencia negativa de este método es la pesadez del resultado, su rudeza, su aniquilación de la vida del discurso, de su espontaneidad, pues –como lo expresa Schleiermacher– todos notan que el discurso, en su origen, no pudo salir así del espíritu humano. En rigor, en el resultado de este método no surge el espíritu del original (pese al esfuerzo por mantener exótico el tono de la lengua), y por añadidura se pierde el espíritu de la lengua del traductor, que resulta forzada. Se le hace parir con dolor un hijo ajeno.

Pero aquí debemos proceder con mucho cuidado en nuestro análisis para no caer en reducciones simplificadoras. Primariamente las palabras nos ofrecen abstracciones que podemos intuir, pero en la vivencia significativa concreta matizamos tales abstracciones con los elementos de nuestra propia experiencia. La intuición de la pura forma abstracta del sentido o significado debe ser “llenada” por los contenidos de la propia experiencia. Por lo tanto, con todo lo anteriormente expuesto no se quiere por ningún motivo reducir el lenguaje a su carácter eidético: el lenguaje en el acto no se constituye como un intercambio de abstracciones puras, sino que implica un rico ritual comunicativo situado hermenéuticamente, un juego en el que los vínculos de empatía entre los hablantes –de amistad, filiales, eróticos, etc.–, las referencias al contexto y a los diversos contenidos de la consciencia de los interlocutores, además de sus disposiciones anímicas, van matizando la idea, le van dando un contenido experiencial de pasiones, apreciaciones, etc. Y aquí retomamos el problema del traductor, pero en el ámbito de la literatura, considerando el hecho de que la narración es una actividad lingüística que procede más a ras de la experiencia –a diferencia del discurso filosófico lógicamente organizado como abstracción y puesta en orden deductivo. En el caso del texto literario escrito, que es aquel con el que se las ve el traductor, el juego del acto comunicativo concreto está realmente ausente, o a lo más indicado en las descripciones que componen el mismo relato de la acción, pero nunca con el fulgor y la vivacidad de lo real –salvo que se de la feliz circunstancia del encuentro de la obra de un maestro con un lector que tenga una imaginación tan viva que casi alcance la fuerza de lo real en su reproducción comprensiva del texto y en su identificación con lo que en él acontece. Por ello es importante que un traductor, para no andar dando palos de ciego y poder proceder con más propiedad y certeza, necesariamente, además de dominar la lengua del pueblo extranjero, conozca la historia de ese pueblo y en el mejor de los casos conozca vividamente su cultura y la impronta de su juego comunicativo en el acto concreto de la comunicación en vivo. Por ejemplo, si se conoce la cultura alemana y se ha conversado con algún alemán acerca de la noción que tienen de la luna, del sol y de su carga simbólica, veremos que es muy distinta a la nuestra; se notará en primer lugar, por ejemplo, que en su lengua ellos desde su experiencia determinan al sol con el género femenino (die Sonne) y a la luna con el masculino (der Mond), y que nuestra herencia del simbolismo americano precolombino que asigna al sol, por ejemplo, el rol de padre poderoso de la vida no es algo que en rigor sea propio de su cosmovisión y de la experiencia que la nutre. Entonces, ¿Cómo puede una traducción dar cuenta de todos los matices propios que desde la experiencia y la cultura heredada en el alemán tienen las nociones de estos astros? ¿Cómo se pueden traducir esas diferencias en el texto mismo, y no recurriendo a un molesto aparato de notas a pie de página? Imposible, habría que interpolar una explicación en medio del texto y fracturar así su natural fluir, lo que sería absurdo desde el punto de vista estético e inaceptable considerando un imperativo mínimo de fidelidad. La abstracción, por cierto, nos muestra algo claro pero universal, alejado de la experiencia, transparente, sin nervio, sin carne, sin sangre. No podemos a través del lenguaje mostrar nuestra experiencia en sí misma, sino sólo apuntar hacia ella. Una cosa es ofrecer nuestra experiencia en sí misma a través del lenguaje –pues no cabe duda de que cuando expresamos nuestros sentimientos o nuestros pensamientos mediante palabras ‘ponemos’ en ellas toda nuestra pasión–, pero otra cosa es que el lenguaje sea un medio adecuado para que ella se muestre: necesariamente la palabra comunica abstracciones que deben ser vivificadas por la empatía del receptor. Es como si le diéramos contenido a las palabras al servirnos de ellas para expresar nuestra experiencia, pero este contenido se disolviera en la universalidad de los términos y el receptor tuviera que llevar a cabo una sutil y mágica labor alquímica para recondensar el mensaje e insuflarle el soplo de la vida. Además, nuestros interlocutores o lectores no siempre son hábiles para entendernos bien, no siempre tienen la sutileza, la sensibilidad, el conocimiento previo quizás y sobre todo la disposición empática suficiente para acercarse a nuestras pasiones expresadas por medio del lenguaje. Con ello no quiero decir que el acercamiento entre dos personas en cuanto comunión de interioridades no se dé nunca: no podemos negar que en ocasiones nos basta con una fugaz mirada para darnos cuenta de que algo le ocurre a quien tenemos en frente, sobre todo cuando nos une con esa persona un vínculo fuerte; pero luego le preguntamos qué le pasa, y ya a través del lenguaje necesariamente debemos nuevamente llevar a cabo la reproducción comprensiva mediante la abstracción que nos sirve de canal. El traductor tiene sobre sí mismo la exigencia de ser en ese sentido muy sensible y muy agudo en la comprensión de la experiencia extraña que se encuentra sedimentada en las palabras de la lengua extranjera desde donde traduce, pues él no tiene ante sí la mirada, la intensidad y el gesto real del otro… sino sólo sus palabras.

En literatura, cuando se pueda rescatar el espíritu de la lengua extranjera sin forzar la nuestra, es preciso hacerlo, y cuando no, es necesario acomodar al extranjero a nuestra lengua para hacer familiar lo que resulte demasiado extraño como para dañar el vivaz y natural flujo del relato y retener así el efecto emocional del original. En casos extremos, el traductor puede echar mano del funesto recurso de la imitación o traducción libre, que consiste en asumir la diferencia de las lenguas e intentar hacer una copia aproximada de la ‘impresión’ que produce en el lector el original, sin traducir palabra por palabra. La consecuencia negativa de este método es obviamente que al rescatar la impresión que produce el original, se renuncia a la identidad del original. El resultado es en rigor algo distinto del original, pues se toman los caminos que ofrece la propia lengua materna para lograr aproximadamente el mismo efecto del original extranjero. Este método es funesto, pues no hay duda de que al extranjero siempre es mejor recibirlo como extranjero, para conocerlo tal como es.

Un problema con el que se encuentra el traductor tanto en la literatura como en la filosofía es que las lenguas son cualitativamente y cuantitativamente distintas entre sí: los conceptos difieren en su alcance y en sus matices de sentido o de sentimiento; sus construcciones gramático-sintácticas también son más o menos distintas. Existe por lo tanto una discordancia –o “irracionalidad” (Irrationalität), como gusta denominarle Benjamin– entre una lengua y otra, que se acentúa entre más alejadas están por su ascendencia y por su tiempo de evolución diferenciada. En el dominio del lenguaje, hay palabras que significan cosas visibles o actividades concretas (palabras que nombran realidades externas, de uso corriente en la vida cotidiana), y otras que significan expresión de pensamientos, sentimientos o pasiones (que son de uso más bien en los ámbitos de la ciencia –expresión abstracta o de lo esencial de las cosas– y el arte –expresión viva de experiencias extáticas, o de sentimientos, apreciaciones y fantasías). En el dominio de la praxis predomina el sentido objetivo, toda referencia lingüística es nivelada por la cosa concreta y a la vista de todo el mundo, ahí delante, a la mano; en este ámbito no se presentan las mayores dificultades del traductor. Pero sí se presentan en el dominio del arte y el pensamiento donde predomina el modo de la expresión, donde toda referencia lingüística es matizada por la libertad del espíritu y su original manera de descubrir las cosas. Respecto del proceso a través del cual históricamente se va formando una lengua a partir de la experiencia singular de quienes la detentan, sobre todo en el ámbito de la ciencia y el arte, es decir, en el ámbito de la libertad del espíritu, Schleiermacher lo expone muy lúcidamente descubriendo la doble relación del hombre con su lengua: hay un elemento de determinismo lingüístico por parte del idioma, pero también por parte del hombre hay un ímpetu creador y modelador, transformador o renovador de la lengua. Schleiermacher escribe, refiriéndose al determinismo lingüístico, en su célebre obra “Sobre los diversos métodos de traducción”: “(…) todos estamos en poder de la lengua que hablamos; nosotros y todo nuestro pensamiento somos producto de ella. No podemos pensar con total precisión nada que esté fuera de sus fronteras; la configuración de nuestros conceptos, el modo y los límites de la posibilidad de combinarlos nos están previamente trazados por la lengua en la que hemos nacido y hemos sido educados; nuestro entendimiento y nuestra fantasía están ligados por ella”. Y más adelante sigue, refiriéndose a la libertad modeladora de la lengua: “(…) todo el que piensa libremente, y cuyo espíritu actúa por propio impulso, contribuye también a moldear la lengua. Pues ¿Cómo, sino a través de estos influjos, se habría formado y habría crecido desde su estado primitivo y rudo hasta una más alta perfección en la ciencia y en el arte? En este sentido, es la fuerza viva del individuo la que produce nuevas formas en la materia dúctil de la lengua (…). Cualquier discurso libre y superior (…) pide ser comprendido desde el ánimo del que lo produce, como obra suya, como algo que sólo desde su manera de ser puede surgir precisamente así y ser explicado”. La lengua es así básicamente determinante, pero susceptible de ser moldeada y renovada por la originalidad del escritor. Y la originalidad del escritor tiene su fuente en una experiencia singular y originante, única y novedosa, abridora de nuevos horizontes en el pensar y en el sentir, en el “desocultar”. En consecuencia también en la escritura. En virtud de ello, cada lengua posee su propia intencionalidad, generando así expresiones que es imposible traducir adecuadamente sin recurrir a métodos sucedáneos (pensemos por ejemplo en la dificultad que implica la labor de traducir los antipoemas de Nicanor Parra o la autobiografía en décimas de Violeta Parra al alemán). El traductor debe estar muy consciente de que a través del lenguaje podemos referirnos de muchas maneras a lo mismo (lo exterior ahí delante), pero de una sola manera –propia de cada idioma– a las unidades de sentido espirituales más complejas (producto de una experiencia peculiar e histórica del ser: lo intraducible). Así se torna problemático por ejemplo traducir en Heidegger palabras como Sorge, Dasein, Gelassenheit o Geworfenheit, en Aristóteles palabras como energeia, upokeimenon, eudaimonia o ousia, etc. Los ejemplos son muchos y no viene aquí al caso enumerarlos. La lengua está inextricablemente entretejida con la peculiar experiencia de un pueblo, del pueblo del cual la lengua es el “idioma”, es decir, “lo propio” (no olvidemos que idioV es un adjetivo griego que significa lo ‘propio’ o ‘auténtico’, lo ‘característico’: y es justamente el idioma lo que refleja en gran medida el carácter de un pueblo). El sentido expresado en el lenguaje y el modo en que el lenguaje proyecta sentido es producto del encuentro histórico del hombre con su mundo, consigo mismo en su mundo. Y no en todas partes el hombre se encuentra a sí mismo en el mundo de un modo similar, las experiencias son distintas y el lenguaje refleja esas diferencias. La historicidad del ser, la lejanía y/o la falta de contacto de unos pueblos con otros, la facticidad y temporalidad de la experiencia, el devenir que intenta ser apresado y estabilizado de maneras diversas… he ahí los materiales con los que el hombre ha construido Babel. El traductor alberga una ilusión bastante extraña: liberarnos de los cercos idiomáticos haciendo de pontífice entre lenguas… pero en la esencia del lenguaje se revela que Babel es inexpugnable… oculta y eterna.

CHARLES BAUDELAIRE - "Las flores del mal" (extracto de traducción)


Gonzalo Díaz Letelier
Docente de Filosofía, Universidad del Mar Centro-Sur

Preámbulo del traductor

Asumir el desafío de traducir la poesía de Baudelaire es algo problemático. Desde el punto de vista formal, la principal dificultad que se me ha presentado es la de trasladar desde el francés a nuestra lengua la rima consonante de sus poemas; en este aspecto me he decidido por la traslación en rima libre, y cuando me ha sido posible he retenido en alguna medida la rima del original mediante diversos recursos –principalmente la figura de la hipérbaton– que me han permitido algunos acomodos más o menos decorosos, con el objeto de preservar cierta musicalidad, esencial en poesía. Desde el punto de vista del temperamento de la expresión poética, su impronta es fuerte y en esta versión he intentado reproducir un eco de esa fuerza en nuestra lengua materna, evitando recurrir a eufemismo alguno: he preferido la fuerza genuina de Baudelaire a la elegancia artificiosa. En general no me he podido ceñir al original en lo que se refiere al orden de su construcción sintáctica, ni he traducido necesariamente palabra por palabra. Los logros de ésta versión, si es que los hay, son los atisbos de lo que está en juego en el poema original, desde una posición bastante frágil como lo es la del traductor; los errores son completamente míos, y tienen su fuente en esa misma fragilidad y en mi personal descuido. Pero lo asumo aquí con cierta resignación: esencial en el camino del traductor es el errar, el errar en suelo extraño. Lo que aquí presento es parte de mi versión de la sección de "Las Flores del Mal" (Les Fleurs du Mal) del poeta, crítico y traductor francés Charles Baudelaire (1821-1867), llamada "Spleen & Ideal" (Hastío e Ideal), comenzando por la interpelación del poeta al lector.

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Al lector

El errar y la estupidez, el pecado y la ambición,
Ocupan nuestros espíritus y trabajan nuestros cuerpos,
Y tal como nutren a sus parásitos los mendigos,
Nosotros alimentamos nuestros amables remordimientos.

Nuestros pecados son obstinados, nuestros arrepentimientos cobardes,
Nos hacemos pagar con creces lo confesado,
Y alegremente por el camino cenagoso regresamos,
Creyendo que con vil llanto lavamos todas nuestras suciedades.

Sobre la almohada del mal es Satán Trismegisto
Quien arrulla y arrulla a nuestro espíritu encantado,
Y el rico metal de nuestra voluntad
Es por este sabio químico totalmente vaporizado.

¡Es el Diablo quién dirige los hilos que nos mueven!
En lo repugnante encontramos algo seductor;
Cada día hacia el Infierno descendemos un paso,
Sin horror alguno, a través de tinieblas que apestan.

Tal como besa y muerde un pobre libertino
El seno martirizado de una puta vieja,
Así al pasar robamos un placer clandestino
Y lo exprimimos bien fuerte, como a una naranja añeja.

Apretados, hormigueantes, como un millón de gusanos infectos,
En nuestros cerebros maniobra un poblado de Demonios,
Y cuando respiramos, la Muerte desciende a nuestros pulmones
Cual río invisible, con unos sordos lamentos.

Si la violación, el veneno, el puñal, el incendio,
No han bordado aún sus caprichosos diseños
En el banal bosquejo de nuestros pobres destinos,
¡Es porque nuestra alma no es lo bastante audaz!

Mas entre los chacales, las panteras y los linces,
Los monos, escorpiones, buitres y serpientes,
Monstruos chillones, aulladores, gruñidores y reptantes
En la infame fauna de nuestros vicios,

¡Uno es más feo, más perverso, más inmundo!
Y aunque no muestre grandes gestos ni profiera grandes gritos,
Nuestra voluntad haría de la tierra un despojo infecto
Y con un bostezo se tragaría el mundo;
¡Es el Hastío! –El ojo cargado de un llanto involuntario,
Soñando cadalsos, fumando su houka.
Lector, tú conoces a ese delicado monstruo,
Hipócrita lector –mi semejante– ¡Hermano mío!

Spleen & Ideal

I. Bendición

Cuando por decreto de poderes supremos,
El Poeta aparece en este mundo hastiado,
Su madre espantada y llena de blasfemias
Crispa sus puños hacia Dios que la escucha con piedad:

“¡Ah, hube de concebir un nudo de víboras,
Antes que alimentar a este escarnio!
¡Maldita sea la noche de placeres efímeros
En que mi vientre concibió mi castigo!

“Pues me has elegido entre todas las mujeres
Para ser la vergüenza de mi triste marido,
Y a este monstruo raquítico que he concebido,
Como si fuera una carta de amor, no puedo arrojarlo a las llamas,

“Haré recaer el odio que me agobia
Sobre el instrumento maldito de tu venganza,
Y exprimiré de tal modo a este árbol miserable,
¡Que no podrá hacer surgir sus botones apestados!”

Ella escupe así la espuma de su odio,
Y, no queriendo comprender los designios eternos,
Prepara ella misma al fondo del Infierno
Las hogueras consagradas para los crímenes maternales.

Mientras tanto, bajo la invisible tutela de un Ángel,
El Niño desheredado se embriaga de sol,
Y en todo lo que él bebe y come
Encuentra la ambrosía y el rojísimo néctar.

Él juega con el viento, conversa con las nubes
Y se emborracha cantando camino de la cruz;
Y el Espíritu que le sigue en su peregrinaje
Llora, al verle alegre como un pájaro del bosque.

Todos aquellos a quienes él quiere amar le observan con recelo;
O bien, enardeciéndose de su tranquilidad,
Buscan el modo de desafiarle,
Y le hacen la prueba de la ferocidad.

En el pan y el vino destinados a su boca
Ellos mezclan cenizas con impuros escupitajos;
Con hipocresía arrojan lo que él toca,
Y se acusan de haber puesto sus pies en sus pasos.

Su mujer va gritando por las plazas públicas:
“Puesto que me encuentra tan bella como para adorarme,
Haré el oficio de los ídolos antiguos,
Y como ellos quiero hacerme adorar;

“Y me saciaré de nardos, incienso y mirra,
De genuflexiones, de carnes y de vinos,
¡Para saber si puedo en un corazón que me admire
Usurpar alegremente los honores divinos!

“Y cuando me harte de esas farsas impías,
Pondré sobre él mi mano frágil y fuerte;
Y mis uñas, parecidas a las uñas de las arpías,
Sabrán abrirse camino hasta su corazón.

“Como de un pajarito que tiembla y palpita,
Arrancaré de su pecho su corazón sangrante,
Y para saciar a mi bestia favorita,
¡Lo arrojaré a la tierra con desdén!”

Hacia el Cielo, donde su ojo ve un trono espléndido,
El Poeta serenamente eleva sus piadosos brazos,
Y los vastos destellos de su lúcido espíritu
Le sustraen el aspecto de las gentes furiosas:

“¡Bendito seas, mi Dios, que concedes el sufrimiento
Como un divino remedio para nuestras impurezas,
Y como la esencia más maravillosa y pura
Que prepara a los fuertes para los santos deleites!

“Sé que le guardas un lugar al Poeta
En las filas bienaventuradas de las santas Legiones,
Y que lo invitas a la fiesta eterna
De Tronos, Virtudes y Dominaciones.

“Sé que el dolor es la única nobleza
Donde no morderán ni la tierra ni los infiernos,
Y que es necesario para tejer mi mística corona
Imponerse sobre los tiempos y los universos.

“Pero las joyas perdidas de la antigua Palmira,
Los metales desconocidos, las perlas del mar,
Por vuestra mano montados, no son suficientes
Para esta bella diadema deslumbrante y clara;
“¡Pues no estará hecha más que de pura luz
Sacada del fuego santo de los rayos primitivos,
Y de la que los ojos mortales, en su pleno esplendor,
No son más que espejos obscurecidos y quejumbrosos!”


II. El albatros

A menudo, para divertirse, los marineros
Atrapan albatros, grandes pájaros de los mares,
Que siguen, como indolentes compañeros de viaje,
A la nave que se desliza sobre los abismos amargos.

Apenas son dispuestos sobre las cubiertas,
Estos reyes del azul, torpes y avergonzados,
Dejan arrastrar lastimosamente sus grandes alas blancas
A sus costados, como remos.

¡Qué torpe e inútil es este viajero alado!
Él, hace poco tan hermoso, ¡Qué ridículo y feo ahora se muestra!
Un marinero fastidia su pico con una pipa,
Otro imita, cojeando, ¡Al minusválido que antes volaba!

El Poeta es parecido al príncipe de las nubes
Que persigue la tempestad y se ríe del arquero;
Pero exiliado sobre el suelo en medio de burlas,
Sus alas de gigante le impiden volar.


III. Elevación

Por sobre estanques y valles,
Por encima de montañas, bosques, nubes y mares,
Más allá del sol, más allá de los éteres,
Más allá de los confines de las esferas consteladas,

Tú, mi espíritu, que te mueves con agilidad,
Y como un buen nadador que se deja hundir en las olas,
Surcas alegremente la profunda inmensidad,
Con una indecible y viril voluptuosidad.

Elévate muy por encima de estos miasmas mórbidos,
Ve a purificarte en el aire de las alturas,
Y bebe, como un puro y divino licor,
El fuego claro que llena los espacios límpidos.

Más allá de los hastíos y las vastas penas
Que con su peso cargan la brumosa existencia,
¡Dichoso aquel que puede con ala vigorosa
Elevarse a través de los campos luminosos y serenos!

Aquel de quien los pensamientos cual alondras,
A través de los cielos matinales emprenden un libre vuelo,
¡Aquel que planea sobre la vida y comprende sin esfuerzo
El lenguaje de las flores y de las cosas mudas!


IV. Los faros

Rubens, río del olvido, jardín de la pereza,
Almohada de carne fresca donde no se puede amar,
Pero donde la vida fluye y se agita sin cesar,
Como el aire en el cielo y el mar en la mar.

Leonardo de Vinci, espejo profundo y sombrío,
Donde ángeles encantadores, con una dulce sonrisa
Cargada de misterio, aparecen a la sombra
De los glaciares y de los pinos que son el límite de su país;

Rembrandt, triste hospital repleto de murmullos,
Y decorado solamente por un gran crucifijo,
Donde la plegaria se desprende a lágrima viva del despojo,
Y un rayo de invierno atraviesa bruscamente;

Miguel Ángel, vago lugar en el que uno ve a Hércules
Mezclarse con Cristos, y arrogarse todos los derechos
De los fantasmas poderosos, que en lo crepúsculos
Rasgarán sus sudarios alargando sus dedos;

Cóleras de boxeador, impudicias de fauno,
Tú que supiste recoger la belleza de los patanes,
Corazón grande, hinchado de orgullo, hombre débil y amarillento,
Puget, melancólico emperador de los forzados;

Watteau, ese carnaval en que ilustres corazones,
Cual mariposas, van errantes resplandeciendo,
Decoraciones frescas y ligeras alumbradas por candelabros arácnidos
Que reflejan la locura del baile arremolinado;

Goya, pesadilla llena de cosas desconocidas,
De fetos que se echan a cocer en medio de los sabbats,
De viejas en el espejo y chiquillas desnudas,
Ajustando bien sus partes bajas para tentar a los demonios;

Delacroix, lago de sangre frecuentado por ángeles malvados,
Sombreado por un bosque de pinos siempre verde,
Donde, bajo un cielo triste, fanfarreas extranjeras
Pasan, como un ahogado suspiro de Weber;

Estas maldiciones, estas blasfemias, estos llantos,
Esos éxtasis, esos gritos, esas lágrimas, esos Te Deum,
Son un eco que se repite a través de mil laberintos;
Esto es, para los corazones mortales, un opio divino.

Es un grito repetido por miles de centinelas,
Un orden retransmitido por mil porta voces;
Es un faro alumbrando sobre mil ciudadelas,
¡Un llamado de cazadores perdidos en los grandes bosques!

Pues en verdad, Señor, no hay mejor testimonio
Que podamos dar de nuestra dignidad
Que este ardiente sollozo que rueda a través de las épocas
¡Viniendo a morir al borde de tu eternidad!


V. La musa venal

Musa de mi corazón, amante de los palacios,
¿Tendrás, cuando Enero llegue con sus Bóreas,
Durante las negras y aburridas noches nevadas,
Un tizón para calentar tus pies morados?

¿Reanimarás entonces tus hombros helados como mármol
Con los rayos nocturnos que atraviesan los postigos?
Sintiendo tu boca seca, tan seca como tu palacio,
¿Recogerás el oro de las azuladas bóvedas?

Te hará falta, para ganar tu pan de cada tarde,
Mover el incensario, como los niños del coro,
Cantando Te Deum aunque no sientas nada o muy poco,

O cual saltimbanqui en ayunas desplegar tus atractivos y destrezas
Y tu reír empapado en lagrimas invisibles,
Para hacer pasar el rato a unos cuantos hombres vulgares.

Poesía: "HE AMADO" y otros


Amanda Manzur (aka. Consuelo Nuñez Díaz)
Pedagogía en Lenguaje y Comunicación, Campus Zapallar-Curicó


He amado

Las fibras de mi piel se han destruido,
Como siempre,
Como ese infinito ciclo;
Todo está perdido y se perderá;
Me han amado hasta la locura
Y he amado hasta decir basta,
He amado con pasión y con locura
He amado con desaliento y tortura
He amado con sacrificio
He amado con entrega
He amado con odio
E incluso de amado con vergüenza;
He amado de tantos modos,
Y siempre del mismo modo me han amado.
He amado de tantos modos
Y de tantos modos no he amado,
Pero siempre, he amado con fuerza,
Con fuerza, esa fuerza que ante mí al hombre falta,
Esa fuerza que escabullo en lo que amo y me ama.
Me han amado, demasiado, me han amado
Pero de un modo incapaz de amarme,
Me han amado y continúan amando,
Incapaces de estar a mi lado,
Me aman como ratas absurdas
Tras las rendijas observando,
Me aman de ese modo que yo no amo,
¡Cuánto he amado,
Cuánto me aman y no me han amado!


Canta, continúa cantando

Cántame, como siempre,
como cuando los latidos se duermen
y soy sólo espuma,
como cuando era pequeña
y mecida era mi cuna,
cántame, no te silencies
traes a mí la infancia y la vergüenza,
vergüenza de haber crecido,
vergüenza de haber vivido,
vergüenza de haber creído.

Canta una canción más, sí,
continúa cantando
que somos tal vez ratas mundanas
escurridizas entre las vitrinas del pecado,
del maldito inventado pecado,
del maldito creído pecado,
del pecado creado por ratas humanas,
de ese pecado tuyo, mío y de ellos,
de los huesos fríos que se congelan
y de las ratas que cantan.

Canta, mi pecado inventado,
continúa cantando,
no dejes que se aleje aquella temprana infancia mecida en una cuna,
las manos atormentadoras que me llevaron a ser rata mundana,
aquellas manos que creían saber cosas divinas,
canta, mi divino, sigue cantando,
que no se escurran las ratas mías en la arena movediza.

¡Ey sigue cantando, la vergüenza de haber nacido, crecido y creído
lo inventado por ratas mundanas escurridizas!


El respirar del respiro

Cuando mis entrañas se hayan secado,
cuando solo sea una vieja seca
y sin descendencia,
los hilos de mi piel se habrán cortado
y los sueños de mi alma desvanecido,
y esperaré la vida creyendo no haber vivido,
no haber jamás besado ni amado,
no haber volado ningún instante
y haber estado en una burbuja extrañamente atorada de tabaco
desde la que mis ojos se van y son vidrios amenazadores,
desde las que mis manos sienten no haber sentido
y desde la que los pensamientos son sólo ilusiones de haber pensado,
en la que mi mente se retuerce sin fin ni fondo,
desde la que sólo hay vacío,
desde la cual soy un muñeco que ha subsistido,
desde la que espero atenta y paciente
el último respiro,
respiro atorado de nada,
respiro sin oxígeno,
respiro sin respiro,
el respirar del respiro,
del último respiro,
respirar lo que no he respirado,
respirar como siempre sin sentido,
¡vieja seca sin respiro,
vieja seca,
al fin el último respiro!

Poesía: "LA MALA POESÍA"


Héctor Rencoret Fuenzalida
Pedagogía en Lenguaje y Comunicación, Campus Zapallar-Curicó

La Mala Poesía
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Una, dos, tres tazas de café…
Perdóname, algún día entenderás
que el mundo no se construyó
de rimas, ni canciones…
no se construyó ni de Adanes ni de Evas.


Perdóname, de no ser quien quisieras que fuera,
porque no soy quien fui ni quien seré…
Ni a dónde estaré.
Algún día entenderás mi silencio.
En algún lugar las lluvias se llevaron nuestro puente.
En algún campo los niños jugaron, entre en la oscuridad,
el mejor lugar para esconderse,
debajo de la cama, en el bosque, esperando a que el OCASO...


Diecinueve largos siglos, esperando a que el amor saltara conmigo de la cascada, no era lo que esperaba.


Evocación, a recuerdos, a lugares, a gente, incitando la melancolía, es estúpida, en verdad.
Convicción!! Palabra con poder, aún así el cielo es azul, pero nos miente; descuida, es inofensivo.
Atardeciendo cada día más y ya no me sorprende esa luz que se extingue.
Yo interrumpiendo ahora todo, para llevar lejos tus miedos.


Estúpida Sagrada Familia, era todo lo que El Alma Poseía; 1, 2, 3 tazas de café…
Romper con lo establecido, y desilusionarse porque aquí no hay ¡ganadores!
¿Amor? Dime ¿hasta dónde llegaremos?
Porque si me dejas
me retiraré de este juego.
Perdóname, todo lo que ha ocurrido en este presente.
Perdóname, todo lo que ocurrirá en un futuro.
Pero amé, me aferré a un pasado y ahora que me he dejado caer,
no quiere dejarme escapar,
me da miedo.
No hay mariposas azules,
no hay ocasos,
no hay nada de mi mundo anterior,
ni mi supuesta inmortalidad,
Ahora no hay rima,
ahora los versos se d i f u m i n a n …
Porque no existe sonido claro,
porque todo está entre las líneas de las rosas.


¿Por qué los ángeles no lloraron cuando debían?
Y porque el mar que he encontrado me ha enseñado,
de que la poesía es barata
de que no hay rimas,
de que los sueños no se sueñan en silencios, solemnes silbidos de los desiertos.
Se construyen en el camino, que nunca estuvo escrito estribado en el estribo del Arado.
Madre, no te he dicho, que los mundos se construyen en un papel azul que se llama cielo,
que no tiene nada de celestial, nada de sueño angelical.


Ahora que hay quien esté conmigo debajo de la lluvia,
no hay ocasos tristes, ni colores rojos, ni naranjos, ni rosados,
no hay oscuridad en el pasado.


Te dije que no quería salir de casa,
ahora no podré volver, estoy esperando que la lluvia cesé para dormir.
No sé lo que pasó al otro lado del mundo,
porque hoy me quedé pensando CUANTO HA CAMBIADO mi vida.


Y tan grande el cielo y sus gélidas nubes, y tan pobre la rima,
y tan estúpido el mundo porque el sol es mejor verlo decaer.
Madre, yo era el sol, déjame dormir aquí hoy.
Ayer encontré un mar y descubrí quien soy.
No soy rima, ni un soñador dormido
no soy nadie d e s v a n e c i d o
Soy lo que quedó de la tempestad
que como ahora, no terminará…

Video: DETALLES (poema audiovisual)

Beatriz de la Paz Valdivia
Priscila Lagos Guajardo
Lizbeth Mina Avendaño
Marcela Menares Duque
Pedagogía en Lenguaje y Comunicación, Campus San Fernando
Colectivo Queridas Mías Producciones

Se trata del primer poema audiovisual del Colectivo Queridas Mías Producciones de Pedagogía en Lenguaje y Comunicación del Campus San Fernando de la Universidad del Mar.

Poesía: "TÚ ERES CULPABLE"


Marcela Menares Duque
Pedagogía en Lenguaje y Comunicación, Campus San Fernando
Colectivo Queridas Mías Producciones


Tú eres culpable...

Tú eres culpable y lo sabes
que ahora sienta como siento.
Tú y sólo tú,
debes sentir la culpa
sobre tu cabeza;
pero veo que no la sientes,
la insensibilidad se apoderó de tí,
no te conmueve el dolor ajeno.

Pero,
algún día sentirás lo que siento
y va a ser ahí,
cuando
pidas que no te dejen
y en la más triste soledad,
llorarás...
Y te darás cuenta
de cómo duelen
y lo que provocan tus palabras
cuando la rabia
se apodera de ti.

Poesía: "ALICIA" y otros


Lizbeth Mina Avendaño
Pedagogía en Lenguaje y Comunicación, Campus San Fernando
Colectivo Queridas Mías Producciones


Alicia

Observaba el frasco que decía "bébeme" y la galleta que decía "cómeme" y ella no sabía qué hacer... pues la historia ya estaba contada
pensaba... ¿Cómo le cambio el final?
preguntaba ¿Cómo puedo realmente vivir en el país de las maravillas sin llegar a despertar??
no quiero que sea sólo un sueño, como Alicia
quiero más, mucho más!!!!


Holograma Mágico

A veces quiero desaparecer del mundo
ser un holograma mágico
chasquear los dedos y viajar de un salto
al futuro, al pasado, a lo que ya no es , a lo que nunca será...

Tener alas invisibles que me suban hasta el cielo
y que no bajen, que no bajen...
jugar con las golondrinas,
emigrar a lo cálido sin temor...

Quiero ser plataforma de cometas
y colarme con uno de ellos,
ser tridimensional, que se yo!!
no existir y a la vez ser todo
sí, sí porque no quiero irme sin ver
ni sentir lo que pasa y lo que no,
ni imaginarme viviendo en un "lo que debería pasar sin que no me ocurra nada"
quiero ser y quiero permanecer, pero sin bombos ni estandarte,
quiero pasar piola en mi mundo,
dibujarte un mundo magnánimo
y que lo notes levemente pero con intensidad...

Vivir así como cuando despiertas de un sueño bello,
querer cerrar los ojos y volver a soñar
y tener sin tener, ¿¿me entiendes??
bueno, sé que no pero
no importa…
quiero que te quede claro que seré
y que a veces no,
pero que intentaré fundir nuestras existencias en lo verosímil, con dulzura
y con magia, sí
Sí, magia con magia!!!


Amor de Lápiz

Supe que hay un romance entre el lápiz azul y el lápiz rojo. Un amor escondido, de ésos que nadie jamás se podría imaginar... Se ven cada noche, hasta hoy, desde Noviembre, debajo de las hojas en blanco. Entre los libros antiguos y cuando hay otros lápices cerca, disimulan como borradores. Se ocultan bajo sus tapas, sonríen para adentro y siguen escribiendo, como si nada.

Siempre se escriben... así alimentan este amor y mejor ni les cuento lo que hacen dentro del estuche. Es ahí donde por fortuna los vio el lápiz mina. Y pensaban que nadie se daría cuenta!!Por ese curioso lo sabemos todo... ( es tan chismoso ).

Han sido meses de pasión, de huidas a suelos y mochilas distintas para poder verse. No sabemos por qué lo han querido mantener en secreto. Si que sean de distinto color y marca no es más que un detalle. Igual tarde o temprano los descubriríamos, porque sus cariños han dejado marcas de tinta que son imborrables con corrector.



En pie



A


tu espera


me alimento


de poemas


para mantenerme


en pie.


Amor de Messenger

El dolor de brazos continúa


Por eso hoy decidió no ir


Las teclas y el toro de plástico


La acompañan en el desafío al frío


Heladas ventanas se cubren de agua


Aquel papel amarillo indica


Lo que debe hacer mañana


Los audífonos están pidiéndole que escuche


Que contente aun más su corazón


Escuchando ésas canciones que comparten


Así hace que la espera sea grata


Y se tiña dulce


Siente el ruidito característico


Y sonríe,


Es él


Se ha conectado al final del día


Como cada noche


Y desaparece.


María Jesús




Ella juega


Ella duerme


Ella repite lo que decimos


Sin decir nada


Ella entiende todo


Y no sabe nada


Ella rie sin notar


Que su risa es poderosa


Ella imita mis gestos


Corre y se pone mis zapatos


Yo la miro


Y me recuerdo


Y me anhelo ignorante


Y feliz como ella


Y la envidio por ser ella.

Poesía: "ENCUENTRO CONTIGO" y otros


Priscila Lagos Guajardo
Pedagogía en Lenguaje y Comunicación, Campus San Fernando
Colectivo Queridas Mías Producciones


Aún respiro oscuridad
Y una fría tempestad
Aún veo desesperación
Y ese cuarto de dolor
Todo me recuerda a ti
Incluso ese aroma presentí
Tú presencia se hace más fuerte
Y no desapareces de mi mente.
Creo que siempre ahí estarás
Aunque no te vea,
Aunque no te sienta.
Añoro esos momentos,
Nunca entendí tu alejamiento
Siempre esperé esa respuesta
Tal vez nunca la sepa
Tal vez nunca la quiera.
Sólo sé que de mi mente
No saldrás tan fácilmente
Hasta que encuentre a ese alguien
A ese algo que me complete
Y que me tiente
Que me sueñe
Y que permanezca
A mi alrededor
Cerca de mi dolor
Y no se vaya nunca, nunca
Y no se pierda nunca, nunca
Y no se olvide nunca, nunca.

Un montón de claveles
Cayeron después de la lluvia
Un millar de amaneceres
Presos por la penumbra
Descubrí un desierto por tu estatura
No pensarás que ahí comienza la aventura?

Deslizarme aprendí con arte pura
Y comprendí lo fuerte de tu locura
No conseguí plasmarme de tu amargura
Que dejó por momentos una espesura

Sólo pretendo viajar y no de menos
Espero volar después de eso
Escuchando tu voz desde el regreso
Para encontrar la luz y un par de versos.

Almas incandescentes en busca del olvido
Repletas de dolor por el ser perdido
Revientan de placer al haberse confundido
Y no conciben que ya hayan desaparecido.

Desde lo más profundo de la inmensidad
Desmedro incandescente de humanidad
La luz significó un haber ser
Y la oscuridad un no haber sido.

Océanos y mares se despliegan
Cubriendo de otredades mis sistemas
Vienen cerca y no contemplan
Lucen raídas y comienzan.

Deseos de ocultarse de repente
Las seducen débilmente
Es así, de pronto indulgente
Deciden salir, viajar indeciblemente.


Encuentro contigo

Te descubrí nuevamente
En la espesura de la noche
Ignoré si me miraste
La verdad no me di cuenta.

Pasó tanto tiempo
Que ya no recordaba ni tus ojos
Seguí caminando
Y por lo que pude ver
Tú también.

Nuestros caminos
De pronto se cruzaron
No del todo,
Pero ambos nos reconocimos,
A pesar de la oscuridad
Que acompañaba a esa luna.

Sin importar si nos hablamos o no
Sé que este encuentro,
y esta noche
nos recordarán por siempre
aunque tú y yo lo neguemos frente a frente.


Temor

Calibrando momentos escuálidos
Manteniendo niveles estáticos
Mermando afluentes descalzos
Lloro, río, me lamento de todos.

Adormecida permanecí inquietante
Descubrí lo mejor del instante
No pretendo cubrirme de imanes
Pero si anestesiarme hasta perderme.

Ya no pienso en lo que vendrá
Que aburrido siempre adivinar
No me preocupa la eternidad
Porque siempre regreso a la oscuridad.

Albergué lamentos crudos en mi ser
Me ahogué de pensamientos al crecer
Y nuevamente conseguí lo mismo
Esos sentimientos de precaución
Anidándose de estruendos mi interior.


Espera

He de esperar algún tiempo
Que llegue ese momento
Tal vez demore un poco,
Eso es lo que está haciendo,
Me armo de paciencia,
No sé cuanto más podré esperar
La vida no es tan larga,
Quisiera poder disfrutarla ya.

Sé que reconoceré lo que busco,
Lo sé y lo creo,
Por eso aún no ha latido mi pecho,
Pero sé que pronto se moverá
Dentro de mí esa sensación tan especial,
Tan vertiginosa, tan gravitatoria.

Y cuando suceda
No dudaré en tomar tu mano
Y pedirte que no te alejes,
Procurando tener una respuesta
recíproca de tu parte.

Y si es así, te juro
Que me mí tendrás todo lo mejor,
Seré tu algo soñado
Y no despertarás jamás de ese sueño,
Que tú creerás que es sueño.